Una venezolana alza su voz en medio del escenario con su peculiar acento caribeño, mientras un alemán adapta una obra de teatro a la vida cotidiana en Aragón y una cuenta-cuentos vasca nos recita un bello poema de Gioconda Belli; sube al escenario un africano y una valenciana y cada uno nos contagia con su propia historia, por fin suben los saharauis, el teatro se queda en silencio y en la noche de Tolosa se oye la palabra siroco.
Jamás un festival de la oralidad había unido tantas voces, cada voz con su propio eco; bonitas y bellas palabras en Euskera, Castellano y Hasania impregnaron la noche de humor, música y poesía.
Tolosa por una semana fue la capital de un sueño, un sueño de palabras, de risas y lagrimas, en las entrañas de su cine desfilaron todos los cuenta-cuentos y poetas, de sus labios brotaron hermosas voces que se hicieron amigas del silencio.El universo del arte se hizo más grande y el hombre volvió a su esencia más primitiva y natural.
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