
Su actuación atrajo a un numeroso y entusiasta público (a destacar la presencia de las mujeres saharauis, como siempre de punta en blanco, con sus mejores galas, haciendo exhibición de su elegancia natural), que se dejó seducir y cautivar por la voz prístina y melodiosa de Aziza Brahim. Nada que ver con la desértica aridez de su compatriota Mariem Hassan (que ya ha actuado dos veces en Huesca), una mujer de voz grave y profunda que evoca el embrujo del Sahel. Por el contrario, Aziza Brahim posee una voz cálida y dulce, como si se tratara de una flor en medio del desierto, capaz de hipnotizar al oyente con sus melismas y sus fascinantes melodías. Canciones que hablan de orgullo y libertad, de amor y lucha, de alegrías y pesares.
A Huesca llegó Aziza Brahim con una versión reducida de su grupo Gulili Mankoo. Con el único acompañamiento de un djembé, una derbuka (tocada por la propia Aziza) y la guitarra eléctrica de Gonzalo Ordás, esta valiente saharaui fue tejiendo un entramado hipnótico, que alcanzó su cenit en la emocionante "La tierra derrama lágrimas". Su mezcla de blues del desierto y psicodelia africana se emparenta con la música tuareg de Toumast y Tinariwen, con el afroblues del fallecido Ali Farka Toure y con la música mora de cantantes mauritanas como Dimi Mint Abba y Malouma. Al final, en los bises, arropada únicamente por la percusión, Aziza Brahim nos hizo partícipes de los latidos del desierto. El corazón del Sáhara.
Publicado en Diario del Alto Aragón
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